Excursión por Sobrarbe – Artiés
«La Comuna»
Para el que no sea de por aquí, “La Comuna” le sonará a proyecto social hippie, o a utopía marxista. Pero mucho antes de Woodstock, de Marx y Engels y de probablemente otras formas de organización social ya existían las “Comunas”, básicamente comunidades de vecinos que se encargaban de administrar los bienes de su territorio.
De origen medieval, o quizás anterior, éstas instituciones permitían una gestión vecinal de montes y pastos, servían para unir la voz de los habitantes hacia el exterior e incluso para defensa ante agresiones externas.
La comparación con la absoluta indefensión que sentimos ahora los vecinos de muchos valles del Sobrarbe ante la intromisión de miles y miles de leyes que nos dicen que tenemos que hacer con nuestra tierra, como si fuéramos infantes, es terrible. Y una de las causas de la despoblación es esa, la gestión remota de nuestra tierra, que nos deja inermes ante muchas decisiones de administraciones alejadas que nos tratan como indios Cherokee. Ya podemos emprender, criar, organizar eventos, etc. que como no nos dejen aprovechar mínimamente nuestros recursos, mal vamos.
Pero bueno, después de esta diatriba, vamos al grano. Esta entrada nos lleva a una desconocida cima desde la que contemplar los tres pueblos de La Comuna; Sin Señes y Serveto. Tres pueblos otrora bullentes de vida y hoy al borde del precipicio (En Señes no vive nadie todo el año, mientras que en Sin y en Serveto apenas quedan una docena de vecinos a tiempo completo), pero que conservan el encanto del Pirineo genuino, más allá de las postales. Vamos allá, a conquistar la Peña Artiés.
Serveto, punto de partida.
Nuestro recorrido empieza desde Serveto, al que se llega siguiendo hasta el final la carretera que pasa por Sin y deja Señes a mano izquierda (que ya en sí misma es un espectáculo). Tras atravesar todo el pueblo tomaremos el sendero que se dirige al Collet, el collado entre las peñas de Artiés y San Martín por el que pasa el camino hacia Plan.
Nada más salir y tras atravesar el barranco del Mon, nos toparemos con un camino entre muros y prados realmente idílico. Sin ganar casi altitud recorremos extasiados semejante paraíso. Al acercarnos al Collet, el sendero pica más hacia arriba y tendremos que tirar de gemelos por primera vez en la excursión. El primer “calentón” tiene su recompensa al contemplar la panorámica que tenemos desde el collado. Ver Serveto protegido por las estribaciones de Suelza al norte o las cimas escarpadas del macizo de Cotiella al sur nos hace olvidar que el ácido láctico ya recorre nuestros músculos.
El camino, bien indicado.
A partir de ahí el camino gira a mano derecha (bien indicado) y se adentra en el pinar, manteniendo además una pendiente de subida constante. Siempre por la vertiente norte y noroeste, el camino zigzaguea de una forma amena, y en algún tramo donde la vegetación se abre podemos echar un vistazo a los tres pueblos cada vez más abajo.
Tras dejar de subir, el sendero sigue hacia unos campos y nos debemos desviar a mano izquierda, ya que estamos muy cerca de la cima. En realidad no es una cima al uso, sino más bien una serie de montículos sobre un terreno casi llano y bajo el tupido pinar. De forma intuitiva alcanzaremos el punto más alto entre arbustos, pero al estar rodeado de pinos no podremos gozar de la visión panorámica que deberíamos. Para ello nos dirigimos en dirección este hacia el abismo que vuela sobre Plandescún. Allí, poco antes del precipicio, se abre ante nosotros el valle del Cinqueta. Y solo nos queda sentarnos en un lugar prudente y disfrutar de las vistas.
El descenso.
Para la bajada, es aconsejable volver a tomar el sendero, ya que intentar alcorzar nos puede poner en aprietos. Al no ser muy inclinado, podremos relajar las piernas y dejarnos llevar por la pendiente, siempre atentos a no resbalar. En poco más de media hora estaremos de vuelta en Serveto.
Antes de dejar la Comuna, un paseo por los pueblos es muy recomendable, seguro que los vecinos os responden a preguntas que os surjan y tenéis una conversación agradable. Tomarse una Tronzadora (o Rondadora, u Onso) en el Albergue de Sin puede ser el punto final para una excursión que os alucinará.